jueves, 30 de julio de 2009

Con la correa al cuello

El caso Gürtel está tomando una dimensión escalofriante, cada día aparece un nuevo imputado y un nuevo negocio salpicado por el tema, hasta el punto que amenaza en convertirse en el mayor escándalo de corrupción de la democracia en este país, pero aun manejándose las cifras que parece ser que se manejan no es lo más preocupante, lo más preocupante es el descredito que poderes e instituciones están cayendo, y la pérdida de confianza que el ciudadano percibe de todos este galimatías.


El caso no parece ser distinto de otros escándalos similares, unos políticos acceden al poder después de largos años en la oposición, en este largo camino hacía el poder han hecho amigos a los que se deben favores, y ya en el poder este intercambio de favores continua, aunque estos ya están más allá de lo que permite la ley, evidentemente esto significa que estos buenos amigos han encontrado algún mecanismo para saltarse las garantías que en principio tiene implementadas la administración para que cosas así pasen, pero este es un tema para tratar largo y tendido. El tema salta a la luz, cuando se ha “sacado” del negocio a alguien que tiene demasiada información, y evidentemente este último no está de acuerdo, aparece la figura de “garganta profunda” que tanto gusta a la prensa, o alguna prensa, evidentemente a la mas adepta no mucho, bueno esto debería terminar con un juicio justo antes de ser “enchironadas” de por vida, si puede ser.

Todo sigue un guión, la primera reacción es negarlo todo, bueno esto no es diferente de los chorizos del tres al cuarto, la segunda reacción es una denuncia de un complot, en este país gusta mucho el llamado complot judeo-masónico, bueno hay varias versiones de lo que al final es más de lo mismo, en esta fase y en este nivel es cuando el proceso se convierte en peligroso, se arremete contra la Justicia, la policía, el gobierno, los testigos, contra todo que suponga una amenaza y se hace corporativamente desde la propia jerarquía del partido y sobre todo desde los medios comunicación afines, hasta convertir el intento hacer de hacer justicia y reprimir la corrupción en una batalla campal mediática de la que el ciudadano de a pie termina asqueado, y sospechando de todos y sobre todo de la instituciones y mecanismos que le deberían proteger, a él y a sus intereses, en definitiva perdiendo la confianza en el estado de derecho, en los mecanismo e instituciones democráticas

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